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(Pamplona 1955) Profesor de sociología y escritor. Durante los últimos treinta años ha publicado varios libros de ensayo sociológico y crítica literaria. Así mismo, es autor de dos libros de haiku en colaboración con el pintor Pedro Salaberri.
Vaciando la casa de los suegros, de la cocina en el ángulo oscuro veíase una vieja botella de Salfumán.
Testigo de tiempos remotos y drásticamente higiénicos, la botella capitaneaba un pequeño ejército compuesto por dos torres de botes descoloridos de pintura y un picudo alfil de amarilla agua oxigenada.
Solidario con mis convicciones ecológicas lo he puesto todo en una caja de cartón y he ido a informarme al Centro de Distrito para su conveniente deposición. En el mencionado Centro me han pasado amablemente un número de teléfono que nadie descolgaba, ansí que , de vuelta a casa , caja en ristre, he buceado en el océano digital de mi ayuntamiento capital.
Y he encontrado tres vertederos, allende los mares capitalinos, sin mayores especificaciones de que todos estaban abiertos , disponibles y tal. Retomada que he la caja con ánimo de deporte rural, la he llevado hasta el coche y he comenzado mi ruta ideal.
El primer vertedero estaba cerrado a canto y cal , aunque un sujeto amabilisimo de origen rumano me ha indicado que hacía guardia por lo que pudiera llegar. El segundo celebraba una reinauguracion (¿?) con banda ,pompa y circunstancia, pero no estaba operativo según las palabras de un operario de mono azul que han sonado como aquellas de «je suis désolé» de convicción tan profunda y formal.
En el tercero han dado cuenta por fin de mis torres de esmaltes varios, me han recomendado depositar con prontitud el agua oxigenada vintage en alguna farmacia del barrio, pero, O my God!, se han negado en redondo a asumir el Salfumán debido a su carácter de «extrema peligrosidad «.
Así que he vuelto a casa con el dichoso Salfumán y aquí delante lo tengo sin saber qué hacer con él, aunque ganas me dan de dejar abandonada este «agua fuerte» en cualquier esquina, pero claro para hacerlo hay que poner tanta voluntad como desidia…Y , of course, apostatar por insaturación institucional del cuidado del medio ambiente.
No sé, supongo que lo mejor será reutilizar alguna de las mascarillas FFP2 pandémicas que todavía me quedan, unos guantes ad hoc y unas viejas gafas de bucear , abrir con cuidadín la plasticosa botella de marras y verter su contenido en el inodoro que era para lo que estaba destinado in illo tempore este liquidillo tan proactivo. Y aquí paz y después gloria.
Pero aun así…¿Qué fue de tanto Galán ecológico y sincero?¿Qué de tanta invención de contenedor que truxieron?
Sociólogo, neuropsicólogo y escritor. Ver todas las entradas de Vicente Huici
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